“La conciencia de tal tarea –continúa la Encíclica– ha tenido una relevancia constitutiva en la Iglesia desde sus inicios. En la estructura fundamental de la Iglesia surge la ‘diaconía’ como servicio del amor hacia el prójimo ejercitado comunitariamente y en modo ordenado”.
El Papa Benedicto XVI hace ver también como “con el progresivo difundirse de la Iglesia, este ejercicio expresa así una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios, celebración de los Sacramentos, servicio de la caridad. Se trata de tareas que se presuponen mutuamente y que no pueden ser separadas una de la otra”.
El Papa critica luego la visión utilitaria de la caridad, especialmente en el marxismo, al afirmar que “desde el siglo XIX, fue levantada una objeción fundamental contra la actividad caritativa de la Iglesia: esta estaría en contraposición –se ha dicho– con la justicia y terminaría por actuar como sistema de conservación del status quo. Con el cumplimiento de obras de caridad la Iglesia favorecería el mantenimiento del sistema injusto en acto haciéndolo algo soportable y frenando así la rebelión y el potencial cambio hacia un mundo mejor. En este sentido el marxismo había indicado en la revolución mundial y en su preparación la panacea para la problemática social- un sueño que en el entre tiempo se desvaneció”.
Recordando, en esta línea, el magisterio de los Pontífices, “comenzando por la Encíclica Rerum novarum de León XIII hasta la trilogía de Encíclicas sociales de Juan Pablo II (Laborem exercens, Sollicitudo rei socialis, Centesimus annus)”, la Encíclica afirma que ha “afrontado con creciente insistencia la cuestión social, y en el confronto con situaciones problemáticas siempre nuevas ha desarrollado una doctrina social muy articulada, que propone orientaciones válidas más allá de los confines de la Iglesia”.