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La fe, la vida pública y el trabajo

Por Equipo editorial de Empresa Responsable/CRESE

Estamos viviendo en un mundo que nos exige que la fe la practiquemos en privado. Quienes se llaman liberales nos dicen que no es correcto practicar nuestra fe en público porque debemos respetar a quienes no piensan igual, sin embargo, cuando se trata de ideas que ellos promueven y que atacan valores que hemos sustentado por siglos, tales como la vida humana, el respeto a la familia o al derecho de los padres a educar a sus hijos con las creencias morales y religiosas conforme a sus convicciones, estos grupos no se detienen en ningún momento para intentar promover públicamente sus agendas y descalificar a quienes nos oponemos a sus ideas.

Lo antes dicho lo hemos vivido, entre otros casos, en las legalizaciones en el D. F. del aborto, del mal llamado ¨matrimonio¨ gay, así como de la adopción de menores por parte de parejas del mismo sexo. En el fondo no se trata de otra cosa que el de eliminar la fe de la vida pública, de separar la fe de los actos de las personas.

Lo anterior no es algo que los empresarios o directores de empresas hagan deliberadamente; casi todos tienen muy buena voluntad, pero son victimas de quienes han difundido estas ideas contrarias a la naturaleza de las personas, porque la fe nos dignifica, libera y fortalece, no solamente a cada ser humano en particular sino a la propia empresa u organización.

La única manera de alcanzar un sano desarrollo personal y social es mediante la plena coherencia entre lo que creemos y lo que practicamos, en el ejemplo que damos, tanto en nuestra familia como en los ambientes en que interactuamos, de manera muy particular, en el trabajo.

Los católicos vamos a misa y pedimos por los que no tienen trabajo o inclusive por el nuestro, ponemos un altar a la Virgen de Guadalupe en nuestra empresa y hasta festejamos el 12 de diciembre, y debemos estar muy, pero muy orgullosos de nuestra fe, pues esta es la razón que nos lleva a actuar rectamente y a tener una mejor conducta. La fe nos obliga a ser más respetuosos de la libertad de las personas (por supuesto también con quienes no practican las misma religión), más honestos, más cuidadosos de la empresa en la que trabajamos, mejores compañeros, más productivos, etc. ¿Quién no quiere esto para su negocio u organización?

Despertemos y démonos cuenta de la importancia que tiene la fe en nuestras vidas y en el trabajo, de que ésta es un aliciente para el mejor trabajo en equipo, de un ambiente laboral más sano y eficiente, y de otro sinnúmero de valores que son altamente apreciados por cualquiera que tenga su propio negocio y por los mismos empleados.

 
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