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¿Espiritualidad para empresarios o políticos?

Por Ricardo Fco. Padilla Castillo
Mater Unitatis /CRESE

Cuando me preguntan a qué me dedico, qué hago, mis respuestas suelen sorprender a más de uno. Podrían decirse que soy oficialmente revolucionario, pues estoy muy involucrado en una revolución mundial… ¡pero según el Evangelio! Tratar de ser instrumento de la Gracia para transformar personas que cambien las estructuras injustas y la sociedad. La empresa y la vida pública o política son el campo de éste “combate espiritual”.

La vocación del cristiano es la santidad, la perfección del amor vivida en su profesión y deber de estado. “Los laicos piensan que los santos deben orar con fervor, predicar y retirarse del mundo; así, se transforman en clérigos, en monjes de la antigüedad. Los religiosos, a su vez, piensan que el santo se consagra al servicio de la sociedad, participa en las actividades políticas. De esta manera rivalizan con los laicos en la inserción en el mundo. ¡Y es así como llega el reino de la confusión! Si el mundo no se renueva es porque se ha separado la santidad del deber de estado”. (Siervo de Dios card. Fco. X. N. Van Thuan, Camino de la Esperanza, num. 22 y 23)

¿Es posible entonces vivir el Evangelio en el trabajo? ¿Existe alguna guía? Sí, la Doctrina Social de la Iglesia (DSI).
La DSI no es solo algo que debamos conocer o estudiar, sino que debemos testimoniar con nuestra vida. El seguidor de Cristo lo encuentra vivo en su Evangelio, se enamora de Él porque Él nos enamora a cada uno. Es algo muy personal, es fe que se “encarna”. Es el Cristo resucitado que busca a sus apóstoles en su lugar de trabajo. Es san José trabajando en su taller de Nazaret con Jesús, el Hijo de Dios. La DSI emana del Evangelio.
Se trata del Evangelio en la vida pública; en la política, en la escuela, en el campo, en el negocio y/o lugar de trabajo, en el periodismo o la academia, en la práctica de toda profesión u oficio. Es la dimensión social del amor. El amor afectivo que acoge y consuela; y el amor efectivo que se entrega y sale al encuentro del próximo.
“La DSI no es un elenco de valores entendido como exigencia ética […] sino como verdad que debe hacerse amor inscrita en la cultura moderna”. (Monseñor Giampaolo Crepaldi, Secretario del Pontificio Consejo de Justicia y Paz, quien participó en la redacción del Compendio de la DSI).
Sintetizamos la DSI en una triple dimensión: promoción y defensa de la vida humana; conquista de la justicia social; respeto y amor por el prójimo.
Su fundamento es la persona. “El hombre de la filosofía cristiana es un ser dotado de cuerpo y alma y llamado en primer lugar al gozo eterno de Dios. Esto supone que todo el orden humano esta subordinado al fin primario del hombre. En virtud de esta dimensión espiritual el hombre es una criatura sagrada, fin de toda la creación y fin del orden social” (Introducción a la “Agenda Social” del Pontificio Consejo de Justicia y Paz).

¿Y qué debemos entender por: espiritualidad? Pues seguir las mociones del Espíritu. Vivir según nos inspira el Espíritu Santo. Es optar por el bien mayor en cada instante y en cada decisión (por pequeña que parezca), es amar en el momento presente –que es el único que tenemos- sacrificándonos, como Cristo, siendo Eucaristía, pan partido para los demás. El hombre es libre porque posee la facultad de determinarse en función de lo verdadero y del bien.” (Ibid). Cuanto más obremos así, más espirituales somos.
Y el alimento de esa vida espiritual, es la Eucaristía, la oración. “Primero es la oración, después el sacrificio, luego hay que actuar”, (Siervo de Dios card. Fco. X. N. Van Thuan, Camino de la Esperanza, num. 26).

Los dirigentes católicos de empresas u otras organizaciones, tienen la responsabilidad de crear condiciones que coadyuven a la constante renovación de la vida espiritual de sus colaboradores. Las empresas pueden ser ambientes privilegiados para el desarrollo de la vida cristiana.
Y esto no está en conflicto con la generación de riqueza. Quienes satanizan el capital se equivocan.

Quedas formalmente invitado a éste redituable negocio: transformar éste mundo según el Evangelio. Y el compromiso es, con la ayuda del Espíritu Santo, comenzar la renovación de ti mismo, de tu familia, y de tu ambiente laboral.

Unidos en la oración. ¡Dios te bendiga!

 
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