El hijo más amado

Cierto día un celebre periodista consiguió una entrevista con Dios Padre.

Lo primero que le llamó la atención es lo joven que era el Creador. De Viejecito con barbas como este periodista lo imaginó, Dios no tenía nada. Nada de nada. Era la plenitud de la juventud.

Durante la conversación el periodista preguntó.

-"Señor ¿A qué seres humanos quieres más?."

Dios sonrió y le guiñó un ojo a su Hijo Jesús que estaba sentado justo a su derecha. Padre e Hijo se veían iguales. Miró al periodista y le dijo al periodista.

- "A ver si adivinas".

El periodista le contestó: -"Pues... Imagino que a las personas que entregan su vida al servicio de los demás, como la Madre Teresa o el Santo Maximiliano Kolbe.

-"Sí, sí los quiero mucho. Pero no son a quien quiero más".

El periodista fue nombrando todas las personas que se dedican al servicio de Dios en sus hermanos. Y empezó con los que buscan a Dios en la oración.

-"Ya sé, Señor: las monjas y los sacerdotes".

-"También, también los quiero pero no son a quien quiero más".

-"Ya sé, los niños inocentes, los humildes que creen en Ti".

-"Sí los quiero, pero no son los que quiero más".

-"Pues ya no queda nadie, Señor".

-"Sí quedan." respondió Dios. -"Los que dicen que yo no existo... ¡pobres mis hijos! Creo que les gustaría que fuese cierto... Los que me insultan, blasfemando contra Mí;
los que quebrantan mis leyes y dicen que tienen el poder de cambiarlas; los impíos y pecadores empedernidos. Definitivamente, esos son los hijos a los que quiero más".

-"¡Ateos! ¡No puede ser! Señor, me estás tomando el pelo ¿Cómo vas a amar tu negación?"

-"No. No amo su ateísmo. Los amo a ellos porque están ciegos y no me ven. Yo los cuido sin que se den cuenta y me alegra mucho cuando alguno de ellos me descubre a su lado. Si tuvieses un hijo ciego. ¿No lo amarías igual?. Ellos son mis hijos aunque estén ciegos".

- "Sin embargo, Señor", prosiguió el periodista, "A mí me enseñaron que los ateos se iban todos al infierno. Serán tus hijos más queridos pero Tú los mandas al infierno".

Dios, sonriente, le contestó - "Yo no mando a nadie al infierno. Eso no es cierto. Al infierno va quien lo escoge con su vida. Yo os hice libres".

El periodista lo miraba medio incédulo todavía y le dijo: "Ya, ya ¿Pero los ateos van o no van al cielo?

- "Bueno. Tengo mis trucos. A veces les doy unos fogonazos de gracia tan fuertes que no les queda más remedio que ceder ante mi gracia. Otras veces mi Hijo es el que interviene. Como ha hecho unos arreglos en sus 'papeles' y como Él ha comprado un pedazo de cielo para cada ser humano pues todo queda arreglado".

-"¿Qué papeles, Señor?"

-"Pues cuando un es hombre bueno pero no reconoce mi existencia... Para Mi lo importante es la Verdad. Si un hombre se consagra a su búsqueda, yo lo premio. Como si me buscase a mi. Porque Yo soy la Verdad. Lo mismo con el que busca la belleza".

En esto, Jesús sonrió a su Padre y le dijo - "Abbá, la Verdad soy Yo, Tú y Yo, Tu Hijo". De la Nube que cubría el Trono celestial salió Una Voz que era la mismavoz del Hijo y del Padre que dijo "Y Yo". Los Tres somos la misma cosa, Dios.

-"Has visto a mi familia", dijo el Padre y prosiguió "Si un hombre busca la Verdad, me está buscando a Mí, lo mismo si busca la Justicia".

-"¿Y que pasa Señor si cree en Ti, pero maltrata a los demás y no cumple tus leyes?

-"También intento curarlo. Son más de los hijos que más quiero. Pero no se cree en Mí ni se me adora sólo por rezar ante un altar o por seguir los ritos de una religión. Eso a veces es una idolatría. Hay muchos que me han convertido en un ídolo.
Quien no ama a su hermano, no me ama a Mi".

El periodista pidió la bendición de Dios y abandonó el Cielo, mejor dicho, despertó de su sueño.