Capítulo II. LA PROMOCIÓN HUMANA

«Entre evangelización y promoción humana- desarrollo, liberación- existen efectivamente lazos muy fuertes. Vínculos de orden antropológico, porque el hombre que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos. Lazos de orden teológico, ya que no se puede disociar el plan de la creación del plan de la redención que llega hasta situaciones muy concretas de injusticia, a la que hay que combatir, y de justicia que hay que restaurar. Vínculos de orden eminentemente evangélico, como es el de la caridad; en efecto, ¿cómo proclamar el mandamiento nuevo sin promover, mediante la justicia y la paz, el verdadero, el auténtico crecimiento del hombre?» (EN 31).

El sentido último del compromiso de la Iglesia con la promoción humana, predicado reiteradamente en su magisterio social, está en la firme convicción de que «la genuina unión social exterior procede de la unión de los espíritus y los corazones, esto es, de la fe y de la caridad» (GS 42). «Con el mensaje evangélico la Iglesia ofrece una fuerza liberadora y promotora del desarrollo precisamente porque lleva a la conversión del corazón y de la mentalidad; ayuda a reconocer la dignidad de cada persona; dispone a la solidaridad, al compromiso, al servicio de los hermanos» (Rmi 59), «salvaguardando siempre la prioridad de las realidades trascendentes y espirituales, que son premisas de la salvación escatológica» (Rmi 20). Así procediendo la Iglesia ofrece su participación específica a la promoción humana, que es deber de todos.

(Santo Domingo, Conclusiones 157)

La doctrina social de la Iglesia es la enseñanza del Magisterio en materia social y contiene principios, criterios y orientaciones para la actuación del creyente en la tarea de transformar el mundo según el proyecto de Dios. La enseñanza del pensamiento social de la Iglesia «forma parte de la misión evangelizadora» (SRS 41) y tiene «el valor de un instrumento de evangelización» (CA 54), porque ilumina la vivencia concreta de nuestra fe.

(Santo Domingo, Conclusiones 158)

2.1. La promoción humana, una dimensión privilegiada de la Nueva Evangelización

Jesús ordenó a sus discípulos que repartieran el pan multiplicado a la muchedumbre necesitada, de modo que «comieron todos y se saciaron» (cf. Mc 6, 34 -44). Curó a los enfermos, «pasó la vida haciendo el bien» (Hch 10, 38). Al final de los tiempos nos juzgará en el amor (cf. Mt 25).

Jesús es el buen samaritano (cf. Lc 10, 25 -37) que encarna la caridad y no sólo se conmueve, sino que se transforma en ayuda eficaz. Su acción está motivada por la dignidad de todo hombre, cuyo fundamento está en Jesucristo mismo como Verbo creador (cf. Jn 1, 3), encarnado (cf. Jn 1, 14). Como señalaba «Gaudium et Spes»: «el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor. Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación» (GS 22).

Dignidad que no se perdió por la herida del pecado, sino que fue exaltada por la compasión de Dios, que se revela en el corazón de Jesucristo (cf. Mc 6, 34). La solidaridad cristiana, por ello, es ciertamente servicio a los necesitados, pero sobre todo es fidelidad a Dios. Esto fundamenta lo íntimo de la relación entre evangelización y promoción humana (cf. EN 31).

(Santo Domingo, Conclusiones 159)

Nuestra fe en el Dios de Jesucristo y el amor a los hermanos tiene que traducirse en obras concretas. El seguimiento de Cristo significa comprometerse a vivir según su estilo. Esta preocupación de coherencia entre la fe y la vida ha estado siempre presente en las comunidades cristianas. Ya el apóstol Santiago escribía: « ¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga:" Tengo fe", si no tiene obras?, ¿acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice:" Idos en paz, calentaos y hartaos", pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta» (Stgo 2, 14 -17. 26).

(Santo Domingo, Conclusiones 160)

La falta de coherencia entre la fe que se profesa y la vida cotidiana es una de las varias causas que generan pobreza en nuestros países, porque los cristianos no han sabido encontrar en la fe la fuerza necesaria para penetrar los criterios y las decisiones de los sectores responsables del liderazgo ideológico y de la organización de la convivencia social, económica y política de nuestros pueblos. «En pueblos de arraigada fe cristiana se han impuesto estructuras generadoras de injusticia» (DP 437).

(Santo Domingo, Conclusiones 161)

La promoción, como indica la Doctrina Social de la Iglesia, debe llevar al hombre y a la mujer a pasar de condiciones menos humanas a condiciones cada vez más humanas, hasta llegar al pleno conocimiento de Jesucristo (cf. «Populorum Progressio», 20 -21). En su raíz descubrimos, pues, que se trata de un verdadero canto a la vida, de toda vida, desde el no nacido hasta el abandonado.

(Santo Domingo, Conclusiones 162)

María, la mujer solícita ante la necesidad surgida en las bodas de Caná, es modelo y figura de la Iglesia frente a toda forma de necesidad humana (cf. Jn 2, 3ss). A la Iglesia, como a María, Jesús le encomienda preocuparse por el cuidado maternal de la humanidad, sobre todo de los que sufren (cf. Jn 19, 26 -27).

(Santo Domingo, Conclusiones 163)

2.2. Los nuevos signosde los tiempos en el campo de la promoción humana

2.2.1. Derechos humanos

La igualdad entre los seres humanos en su dignidad, por ser creados a imagen y semejanza de Dios, se afianza y perfecciona en Cristo. Desde la Encarnación, al asumir el Verbo nuestra naturaleza y sobre todo su acción redentora en la cruz, muestra el valor de cada persona. Por lo mismo Cristo, Dios y hombre, es la fuente más profunda que garantiza la dignidad de la persona y de sus derechos. Toda violación de los derechos humanos contradice el Plan de Dios y es pecado.

(Santo Domingo, Conclusiones 164)

La Iglesia, al proclamar el Evangelio, raíz profunda de los derechos humanos, no se arroga una tarea ajena a su misión, sino, por el contrario, obedece al mandato de Jesucristo al hacer de la ayuda al necesitado una exigencia esencial de su misión evangelizadora. Los Estados no conceden estos derechos; a ellos les corresponde protegerlos y desarrollarlos, pues pertenecen al hombre por su naturaleza.

(Santo Domingo, Conclusiones 165)

Desafios pastorales

- La conciencia de los derechos humanos ha progresado notablemente desde Puebla, junto con acciones significativas de la Iglesia en este campo. Pero al mismo tiempo ha crecido el problema de la violación de algunos derechos, se han incrementado las condiciones sociales y políticas adversas. Igualmente se ha oscurecido la concepción de los mismos derechos por interpretaciones ideologizadas y manipulación de grupos, mientras aparece una mayor necesidad de mecanismos jurídicos y de participación ciudadana.

(Santo Domingo, Conclusiones 166)

- Los derechos humanos se violan no sólo por el terrorismo, la represión, los asesinatos, sino también por la existencia de condiciones de extrema pobreza y de estructuras económicas injustas que originan grandes desigualdades. La intolerancia política y el indiferentismo frente a la situación del empobrecimiento generalizado muestran un desprecio a la vida humana concreta que no podemos callar.

- Merecen una denuncia especial las violencias contra los derechos de los niños, la mujer y los grupos más pobres de la sociedad: campesinos, indígenas y afroamericanos. También hay que denunciar el negocio del narcotráfico.

(Santo Domingo, Conclusiones 167)

Líneas pastorales

- Promover, de modo más eficaz y valiente, los derechos humanos, desde el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia, con la palabra, la acción y la colaboración, comprometiéndose en la defensa de los derechos individuales y sociales del hombre, de los pueblos, de las culturas y de los sectores marginados, así como de los desprotegidos y encarcelados.

- Comprometerse en la defensa de la vida desde el primer momento de la concepción hasta su último aliento.

- Participar con discernimiento en organismos de diálogo y mediación y también en instituciones de apoyo a las diversas clases de víctimas, con la condición de que sean serios y no instrumentalicen mediante ideologías incompatibles con la Doctrina Social de la Iglesia.

- Empeñarse firmemente, a la luz de los valores evangélicos, en la superación de toda injusta discriminación por razón de razas, nacionalismos, culturas, sexos y credos, procurando eliminar todo odio, resentimiento y espíritu de venganza y promoviendo la reconciliación y la justicia.

(Santo Domingo, Conclusiones 168)

2.2.2. Ecología

La creación es obra de la Palabra del Señor y la presencia del Espíritu, que desde el comienzo aleteaba sobre todo lo que fue creado (cf. Gén 1, 2). ésta fue la primera alianza de Dios con nosotros. Cuando el ser humano, llamado a entrar en esta alianza de amor, se niega, el pecado del hombre afecta su relación con Dios y también con toda la creación.

Desafíos pastorales:

- La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el medio ambiente y el desarrollo, celebrada en Río de Janeiro, ha puesto en relieve a nivel mundial la gravedad de la crisis ecológica.

- En América Latina y el Caribe las grandes ciudades están enfermas en sus zonas centrales deterioradas y sobre todo en sus villas de miseria. En el campo, las poblaciones indígenas y campesinas son despojadas de sus tierras o arrinconadas en las menos productivas y se siguen talando y quemando los bosques en la Amazonía y en otras partes del Continente. Ante esta crisis, se viene proponiendo como salida el desarrollo sostenible que pretende responder a las necesidades y aspiraciones del presente, sin comprometer las posibilidades de atenderlas en el futuro. Se quiere así conjugar el crecimiento económico con los límites ecológicos.

Frente a esta propuesta, tenemos que preguntarnos si son legítimas todas estas aspiraciones y quién paga los costos de dicho desarrollo; y además para quién se destinan sus beneficios. No puede ser un desarrollo que privilegia minorías en detrimento de las grandes mayorías empobrecidas del mundo.

- Las propuestas de desarrollo tienen que estar subordinadas a criterios éticos. Una ética ecológica implica el abandono de una moral utilitarista e individualista. Postula la aceptación del principio del destino universal de los bienes de la creación y promoción de la justicia y solidaridad como valores indispensables.

Líneas pastorales:

- Los cristianos, como integrantes de la sociedad, no están exentos de responsabilidad en relación a los modelos de desarrollo que han provocado los actuales desastres ambientales y sociales.

- Partiendo de los niños y de los jóvenes, emprender una tarea de reeducación de todos ante el valor de la vida y la interdependencia de los diversos ecosistemas.

- Cultivar una espiritualidad que recupere el sentido de Dios, siempre presente en la naturaleza. Explicitar la nueva relación establecida por el misterio de la encarnación, por la cual Cristo asumió todo lo creado.

- Valorar la nueva plataforma de diálogo que la crisis ecológica ha creado y cuestionar la riqueza y el desperdicio.

- Aprender de los pobres a vivir en sobriedad y a compartir y valorar la sabiduría de los pueblos indígenas en cuanto a la preservación de la naturaleza como ambiente de vida para todos.

(Santo Domingo, Conclusiones 169)

- Profundizar los mensajes del Santo Padre con ocasión de la jornada mundial de la paz, sobre todo dentro de una configuración de «ecología humana».

- Impulsar a los cristianos a asumir el diálogo con el Norte, a través de los canales de la Iglesia católica, así como de otros movimientos ecológicos y ecuménicos.

- San Francisco de Asís, en su amor a los pobres y a la naturaleza, puede inspirar este camino de reconciliación con lo creado y con los hombres todos entre sí, camino de justicia y de paz.

(Santo Domingo, Conclusiones 170)

2.2.3. La tierra don de Dios

Los cristianos no miran el universo solamente como naturaleza considerada en sí misma, sino como creación y primer don del amor del Señor por nosotros.

«Del Señor es la tierra y cuanto hay en ella, el orbe y los que en él habitan» (Sal 24, 1), es la afirmación de fe que recorre toda la Biblia y confirma la creencia de nuestros pueblos de que la tierra es el primer signo de la Alianza de Dios con el hombre. En efecto, la revelación bíblica nos enseña que cuando Dios creó al hombre lo colocó en el jardín del Edén para que lo labrara y lo cuidara (cf. Gén 2, 15) e hiciera uso de él (cf. Gén 2, 16), señalándole unos límites (cf. Gén 2, 17), que recordaran siempre al hombre que «Dios es el Señor y el creador, y de él es la tierra y todo lo que ella contiene» y él la puede usar, no como dueño absoluto, sino como administrador.

Estos límites en el uso de la tierra miran a preservar la justicia y el derecho que todos tienen a acceder a los bienes de la creación, que Dios destinó al servicio de todo hombre que viene a este mundo.

(Santo Domingo, Conclusiones 171)

En nuestro continente hay que considerar dos mentalidades opuestas con relación a la tierra, ambas distintas de la visión cristiana:

a) La tierra, dentro del conjunto de elementos que forman la comunidad indígena, es vida, lugar sagrado, centro integrador de la vida de la comunidad. En ella viven y con ella conviven, a través de ella se sienten en comunión con sus antepasados y en armonía con Dios; por eso mismo la tierra, su tierra, forma parte sustancial de su experiencia religiosa y de su propio proyecto histórico. En los indígenas existe un sentido natural de respeto por la tierra; ella es la madre tierra, que alimenta a sus hijos, por eso hay que cuidarla, pedir permiso para sembrar y no maltratarla.

b) La visión mercantilista: considera la tierra en relación exclusiva con la explotación y lucro, llegando hasta el desalojo y expulsión de sus legítimos dueños.

El mismo mercantilismo lleva a la especulación del suelo urbano, haciendo inaccesible la tierra para la vivienda de los pobres, cada vez más numerosos en nuestras grandes ciudades.

Además de los tipos anteriores, no podemos olvidar la situación de los campesinos que trabajan su tierra y ganan el sustento de su familia con tecnologías tradicionales.

(Santo Domingo, Conclusiones 172)

La mentalidad propia de la visión cristiana tiene su base en la Sagrada Escritura, que considera la tierra y los elementos de la naturaleza ante todo como aliados del pueblo de Dios e instrumentos de nuestra salvación. La resurrección de Jesucristo sitúa de nuevo a la humanidad ante la misión de liberar a toda la creación, que ha de ser transformada en nuevo cielo y nueva tierra, donde tenga su morada la justicia (cf. 2Pe 3, 13).

(Santo Domingo, Conclusiones 173)

Desafios pastorales

- Nos desafía la situación problemática de la tierra en América Latina y el Caribe, ya que «cinco siglos de presencia del Evangelio... no han logrado aún una equitativa distribución de los bienes de la tierra», que «está todavía, por desgracia, en manos de unas minorías» (Juan Pablo II, Mensaje para la Cuaresma de 1992). Los antiguos aborígenes fueron, en general, despojados de sus tierras y los afroamericanos tuvieron dificultades por la legislación al acceso a la propiedad de la tierra. Los actuales campesinos sufren el peso del desorden institucional y las consecuencias de las crisis económicas.

- En los últimos años esta crisis se ha hecho sentir con más fuerza allí donde la modernización de nuestras sociedades ha traído expansión del comercio agrícola internacional, la creciente integración de países, el mayor uso de la tecnología y la presencia transnacional. Esto, no pocas veces, favorece a los sectores económicos fuertes, pero a costa de los pequeños productores y trabajadores.

(Santo Domingo, Conclusiones 174)

- La situación de la tenencia, administración y utilización de la tierra en América Latina y el Caribe es uno de los reclamos más urgentes a la Promoción Humana.

(Santo Domingo, Conclusiones 175)

Líneas pastorales

- Promover un cambio de mentalidad sobre el valor de la tierra desde la cosmovisión cristiana, que enlaza con las tradiciones culturales de los sectores pobres y campesinos.

- Recordar a los fieles laicos que han de influir en las políticas agrarias de los gobiernos (sobre todo en las de modernización) y en las organizaciones de campesinos e indígenas, para lograr formas justas, más comunitarias y participativas en el uso de la tierra.

(Santo Domingo, Conclusiones 176)

- Apoyar a todas las personas e instituciones que están buscando de parte de los gobiernos, y de quienes poseen los medios de producción, la creación de una justa y humana reforma y política agraria, que legisle, programe y acompañe una distribución más justa de la tierra y su utilización eficaz.

- Dar un apoyo solidario a aquellas organizaciones de campesinos e indígenas que luchan, por cauces justos y legítimos, por conservar o readquirir sus tierras.

- Promover progresos técnicos indispensables para que la tierra produzca, teniendo en cuenta también las condiciones del mercado, y la necesidad para eso de fomentar la conciencia de la importancia de la tecnología.

- Favorecer una reflexión teológica en torno a la problemática de la tierra, haciendo énfasis en la inculturación y en una presencia efectiva de los agentes de pastoral en las comunidades de campesinos.

- Apoyar la organización de grupos intermedios, por ejemplo cooperativas, que sean instancia de defensa de derechos humanos, de participación democrática y de educación comunitaria.

(Santo Domingo, Conclusiones 177)

2.2.4. Empobrecimiento y solidaridad

Evangelizar es hacer lo que hizo Jesucristo, cuando en la sinagoga mostró que vino a «evangelizar» a los pobres (cf. Lc 4, 18 -19). él «siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza» (2Cor 8, 9). él nos desafía a dar un testimonio auténtico de pobreza evangélica en nuestro estilo de vida y en nuestras estructuras eclesiales, tal cual como él lo dio.

ésta es la fundamentación que nos compromete en una opción evangélica y preferencial por los pobres, firme e irrevocable pero no exclusiva ni excluyente, tan solemnemente afirmada en las Conferencias de Medellín y Puebla. Bajo la luz de esta opción preferencial, a ejemplo de Jesús, nos inspiramos para toda acción evangelizadora comunitaria y personal (cf. SRS 42; Rmi 14; Juan Pablo II, Discurso inaugural, 16). Con el «potencial evangelizador de los pobres» (DP 1147), la Iglesia pobre quiere impulsar la evangelización de nuestras comunidades.

Descubrir en los rostros sufrientes de los pobres el rostro del Señor (cf. Mt 25, 31 -46) es algo que desafía a todos los cristianos a una profunda conversión personal y eclesial. En la fe encontramos los rostros desfigurados por el hambre, consecuencia de la inflación, de la deuda externa y de injusticias sociales; los rostros desilusionados por los políticos, que prometen pero no cumplen; los rostros humillados a causa de su propia cultura, que no es respetada y es incluso despreciada; los rostros aterrorizados por la violencia diaria e indiscriminada; los rostros angustiados de los menores abandonados que caminan por nuestras calles y duermen bajo nuestros puentes; los rostros sufridos de las mujeres humilladas y postergadas; los rostros cansados de los migrantes, que no encuentran digna acogida; los rostros envejecidos por el tiempo y el trabajo de los que no tienen lo mínimo para sobrevivir dignamente (cf. CELAM, «Documento de trabajo», 163). El amor misericordioso es también volverse a los que se encuentran en carencia espiritual, moral, social y cultural.

(Santo Domingo, Conclusiones 178)

Desafios pastorales

- El creciente empobrecimiento en el que están sumidos millones de hermanos nuestros hasta llegar a intolerables extremos de miseria es el más devastador y humillante flagelo que vive América Latina y el Caribe. Así lo denunciamos tanto en Medellín como en Puebla y hoy volvemos a hacerlo con preocupación y angustia. Las estadísticas muestran con elocuencia que en la última década las situaciones de pobreza han crecido tanto en números absolutos como en relativos. A nosotros los pastores nos conmueve hasta las entrañas el ver continuamente la multitud de hombres y mujeres, niños y jóvenes y ancianos que sufren el insoportable peso de la miseria así como diversas formas de exclusión social, étnica y cultural; son personas humanas concretas e irrepetibles, que ven sus horizontes cada vez más cerrados y su dignidad desconocida.

- Miramos el empobrecimiento de nuestro pueblo no sólo como un fenómeno económico y social, registrado y cuantificado por las ciencias sociales. Lo miramos desde dentro de la experiencia de mucha gente con la que compartimos, como pastores, su lucha cotidiana por la vida.

- La política de corte neoliberal que predomina hoy en América Latina y el Caribe profundiza aún más las consecuencias negativas de estos mecanismos. Al desregular indiscriminadamente el mercado, eliminarse partes importantes de la legislación laboral y despedirse trabajadores, al reducirse los gastos sociales que protegían a las familias de trabajadores, se han ahondado aún más las distancias en la sociedad.

- Tenemos que alargar la lista de rostros sufrientes que ya habíamos señalado en Puebla (cf. DP 31 -39), todos ellos desfigurados por el hambre, aterrorizados por la violencia, envejecidos por infrahumanas condiciones de vida, angustiados por la supervivencia familiar. El Señor nos pide que sepamos descubrir su propio rostro en los rostros sufrientes de los hermanos.

- Por otra parte, comprobamos con alegría los múltiples esfuerzos que diversos grupos e instituciones de América Latina y el Caribe están haciendo en orden a transformar esta realidad. La Iglesia, llamada a ser cada vez más fiel a su opción preferencial por los pobres, ha tenido creciente participación en los mismos. Damos gracias a Dios por esto y convocamos a ensanchar el camino ya abierto, porque son muchos más los que aún tienen que caminar por él.

(Santo Domingo, Conclusiones 179)

Líneas pastorales

- Asumir con decisión renovada la opción evangélica y preferencial por los pobres, siguiendo el ejemplo y las palabras del Señor Jesús, con plena confianza en Dios, austeridad de vida y participación de bienes.

- Privilegiar el servicio fraterno a los más pobres entre los pobres y ayudar a las instituciones que cuidan de ellos: los minusválidos, enfermos, ancianos solos, niños abandonados, encarcelados, enfermos de sida y todos aquellos que requieren la cercanía misericordiosa del «buen samaritano».

- Revisar actitudes y comportamientos personales y comunitarios, así como las estructuras y métodos pastorales, a fin de que no alejen a los pobres sino que propicien la cercanía y el compartir con ellos.

- Promover la participación social ante el Estado, reclamando leyes que defiendan los derechos de los pobres.

(Santo Domingo, Conclusiones 180)

- Hacer de nuestras parroquias un espacio para la solidaridad.

- Apoyar y estimular las organizaciones de economía solidaria, con las cuales nuestros pueblos tratan de responder a las angustiosas situaciones de pobreza.

- Urgir respuestas de los Estados a las difíciles situaciones agravadas por el modelo económico neoliberal, que afecta principalmente a los más pobres. Entre estas situaciones es importante destacar los millones de latinoamericanos que luchan por sobrevivir en la economía informal.

(Santo Domingo, Conclusiones 181)

2.2.5. El trabajo

Una de las realidades que más nos preocupa en nuestra tarea pastoral es el mundo del trabajo, por su significación humanizadora y salvífica, que tiene su origen en la vocación co -creadora del hombre como «imagen de Dios» (Gén 1, 26) y que ha sido rescatado y elevado por Jesús, trabajador e «hijo de carpintero» (Mt 13, 55 y Mc 6, 3).

La Iglesia, como depositaria y servidora del mensaje de Jesús, ha visto siempre al hombre como sujeto que dignifica el trabajo, realizándose a sí mismo y perfeccionando la obra de Dios, para hacer de ella una alabanza al Creador y un servicio a sus hermanos.

La permanente enseñanza del magisterio de la Iglesia, respecto al trabajo como «clave de la cuestión social», ha sido confirmada y desarrollada en las recientes encíclicas sociales de Juan Pablo II ( «Laborem exercens», «Sollicitudo rei socialis» y «Centesimus annus»). Y de modo especial subraya «la dimensión subjetiva» del trabajo (cf. LE 6), que es la expresión más elocuente de la dignidad del trabajador.

(Santo Domingo, Conclusiones 182)

Desafios pastorales

- La realidad desafía una cultura del trabajo y de la solidaridad, partiendo de la fe en Dios Padre, que nos hace hermanos en Jesucristo. En lo que se refiere al mundo de los trabajadores, se advierte un deterioro en sus condiciones de vida y en el respeto a sus derechos; un escaso o nulo cumplimiento de normas establecidas para los sectores más débiles (p. ej. niños, jubilados...); una pérdida de autonomía por parte de las organizaciones de trabajadores debida a dependencias o autodependencias de diverso género; abuso del capital, que desconoce o niega la primacía del trabajo; pocas o nulas oportunidades de trabajo para los jóvenes. Se advierte la alarmante falta de trabajo, o desempleo, con toda la inseguridad económica y social que ello comporta. El mundo del trabajo reclama el crecimiento de la economía y el aumento de la productividad, de tal modo que hagan posible mediante una justa y equitativa distribución el mayor bienestar del hombre y su familia.

(Santo Domingo, Conclusiones 183)

- Los derechos del trabajador son un patrimonio moral de la sociedad, que deben ser tutelados por una adecuada legislación social y su necesaria instancia judicial, que asegure la continuidad confiable en las relaciones laborales.

(Santo Domingo, Conclusiones 184)

Líneas pastorales

- Impulsar y sostener una pastoral del trabajo en todas nuestras diócesis para promover y defender el valor humano del trabajo.

- Apoyar las organizaciones propias de los hombres del trabajo para la defensa de sus legítimos derechos, en especial de un salario suficiente y de una justa protección social para la vejez, la enfermedad y el desempleo (cf. CA 35).

- Favorecer la formación de trabajadores, empresarios y gobernantes en sus derechos y en sus deberes y propiciar espacios de encuentro y mutua colaboración. (Santo Domingo, Conclusiones 185)

2.2.6. La movilidad humana

El Verbo de Dios se hace carne para reunir en un solo pueblo a los que andaban dispersos, y hacerlos «ciudadanos del cielo» (Flp 3, 20; cf. Heb 11, 13 -16).

Así el Hijo de Dios se hace peregrino, pasa por la experiencia de los desplazados (cf. Mt 2, 13 -23), como un migrante radicado en una insignificante aldea (cf. Jn 1, 46). Educa a sus discípulos para ser misioneros, haciéndoles pasar por la experiencia del que migra para confiar sólo en el amor de Dios, de cuya buena nueva son portadores (cf. Mc 6, 6b -12).

(Santo Domingo, Conclusiones 186)

Desafios pastorales

- Hay, en los últimos años, un fuerte incremento de la migración hacia los dos grandes países en el Norte, y también- aunque en menor grado- hacia otros países latinoamericanos más ricos. Surgen también fenómenos como la repatriación voluntaria y la deportación de indocumentados. El auge de los viajes y el turismo, e incluso las peregrinaciones religiosas y de los que viven del mar, interpelan la solicitud especial de la Iglesia.

- En los países con especiales problemas de migración por causas socio -económicas existe por lo general ausencia de medidas sociales para detenerla; y en los países receptores, una tendencia a impedir su ingreso. Esto trae graves consecuencias de desintegración familiar y desangre de fuerzas productivas en nuestros pueblos, junto con desarraigo, inseguridad, discriminación, explotación y degradación moral y religiosa en los mismos migrantes. Sin embargo, en algunos casos, logran insertarse en comunidades católicas y aun las revitalizan.

(Santo Domingo, Conclusiones 187)

Líneas pastorales

- Reforzar la pastoral de la movilidad humana enlazando esfuerzos entre diócesis y conferencias episcopales de las regiones afectadas, y cuidando que, en la acogida y demás servicios en favor de los migrantes, se respeten sus riquezas espirituales y religiosas.

- Concientizar a los sectores públicos sobre el problema de las migraciones, con miras a la equidad de las leyes sobre el trabajo y el seguro social y el cumplimiento de convenios internacionales.

(Santo Domingo, Conclusiones 188)

- Ofrecer a los migrantes una catequesis adaptada a su cultura y asesoría legal para proteger sus derechos.

- Presentar alternativas a los campesinos para que no se sientan obligados a migrar a la ciudad.

(Santo Domingo, Conclusiones 189)

2.2.7. El orden democrático

Cristo, el Señor, enviado por el Padre para la redención del mundo, vino para anunciar la buena noticia e iniciar el Reino y mediante la conversión de las personas lograr una nueva vida según Dios y un nuevo tipo de convivencia y relación social. A la Iglesia, fiel a la misión que le otorgó su fundador, corresponde constituir la comunidad de los Hijos de Dios y ayudar en la construcción de una sociedad donde primen los valores cristianos evangélicos.

La Iglesia respeta la legítima autonomía del orden temporal y no tiene un modelo específico de régimen político. «La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica» (CA 46).

Durante los últimos años de este proceso, la Iglesia ha jugado en América Latina y el Caribe un papel protagónico. En muchos países su acción sentó las bases para una convivencia basada en el diálogo y el respeto a la persona humana. Apoyada en el magisterio de su doctrina social, la Iglesia ha venido acompañando al pueblo en sus luchas y anhelos de una mayor participación y el estado de derecho.

(Santo Domingo, Conclusiones 190)

La libertad, inherente a la persona humana y puesta de relieve por la modernidad, viene siendo conquistada por el pueblo en nuestro continente y ha posibilitado la instauración de la democracia como el sistema de gobierno más aceptado, aunque su ejercicio sea todavía más formal que real.

(Santo Domingo, Conclusiones 191)

Desafios pastorales

La convivencia democrática, que se afianzó después de Puebla, en algunos países se ha venido deteriorando, entre otros factores, por los siguientes: corrupción administrativa, distanciamientos de los liderazgos partidistas con relación a los intereses de las bases y las reales necesidades de la comunidad; vacíos programáticos y desatención de lo social y ético -cultural de parte de las organizaciones partidistas; gobiernos elegidos por el pueblo, pero no orientados eficazmente al bien común; mucho clientelismo político y populismo, pero poca participación.

(Santo Domingo, Conclusiones 192)

Líneas pastorales

- Proclamar insistentemente a la sociedad civil los valores de una genuina democracia pluralista, justa y participativa.

- Iluminar y animar al pueblo hacia un real protagonismo.

- Crear las condiciones para que los laicos se formen según la Doctrina Social de la Iglesia, en orden a una actuación política dirigida al saneamiento, al perfeccionamiento de la democracia y al servicio efectivo de la comunidad.

- Orientar a la familia, a la escuela y a las diversas instancias eclesiales, para que eduquen en los valores que fundan una auténtica democracia: responsabilidad, corresponsabilidad, participación, respeto de la dignidad de las personas, diálogo, bien común.

(Santo Domingo, Conclusiones 193)

2.2.8. Nuevo orden económico

Conscientes de que se está gestando un nuevo orden económico mundial que afecta a América Latina y el Caribe, la Iglesia desde su perspectiva está obligada a hacer un serio esfuerzo de discernimiento. Tenemos que preguntarnos: ¿hasta dónde debe llegar la libertad de mercado? ¿Qué características debe tener para que sirva al desarrollo de las grandes mayorías?

(Santo Domingo, Conclusiones 194)

Según la reciente enseñanza de Juan Pablo II (cf. Carta encíclica «Centesimus annus»), es lícita la libre actividad de los individuos en el mercado. Esto no significa que el mercado pueda ofrecer todos los bienes que requiere la sociedad ni que ésta pueda pagar muchos bienes necesarios. La economía de mercado debe tener en cuenta estos límites.

Por eso las enseñanzas del Santo Padre señalan la necesidad de acciones concretas de los poderes públicos para que la economía de mercado no se convierta en algo absoluto a lo cual se sacrifique todo, acentuando la desigualdad y la marginación de las grandes mayorías. No puede haber una economía de mercado creativa y al mismo tiempo socialmente justa, sin un sólido compromiso de toda la sociedad y sus actores con la solidaridad a través de un marco jurídico que asegure el valor de la persona, la honradez, el respeto a la vida y la justicia distributiva, y la preocupación efectiva por los más pobres.

(Santo Domingo, Conclusiones 195)

Los ajustes económicos, aunque puedan ser beneficiosos a largo plazo, al frenar la inflación y estabilizar la economía, suelen producir un grave deterioro del nivel de vida de los pobres. Por eso, el Estado está obligado en la medida de lo posible, pero sincera y generosamente, a compensar los costos sociales de los más pobres.

(Santo Domingo, Conclusiones 196)

El problema de la deuda externa no es sólo, ni principalmente, económico, sino humano, porque lleva a un empobrecimiento cada vez mayor e impide el desarrollo y retarda la promoción de los más pobres. Nos preguntamos por su validez cuando por su pago peligra seriamente la sobrevivencia de los pueblos, cuando la misma población no ha sido consultada antes de contraer la deuda, y cuando ésta ha sido usada para fines no siempre lícitos. Por eso, como pastores hacemos nuestra la preocupación de Juan Pablo II cuando afirma que «es necesario encontrar modalidades de reducción, dilación o extinción de la deuda, compatibles con el derecho fundamental de los pueblos a la subsistencia y al progreso» (CA 35).

(Santo Domingo, Conclusiones 197)

Desafios pastorales

- Los años ochenta se han caracterizado por el flagelo de la inflación aumentado por el déficit fiscal, el peso de la deuda externa y el desorden monetario, la destrucción de las economías estatales por la pérdida de recursos fiscales, la inflación y la corrupción, la caída de las inversiones tanto nacionales como extranjeras, entre otros fenómenos.

- La relación de los precios a nivel internacional entre las materias primas y los productos terminados fue cada vez más desigual y discriminativa, afectando muy desfavorablemente a la economía de nuestros países. Esta situación persiste y tiende a agravarse.

(Santo Domingo, Conclusiones 198)

- El empobrecimiento y la agudización de la brecha entre ricos y pobres golpean de modo grave a las grandes mayorías de nuestros pueblos debido a la inflación y reducción de los salarios reales y a la falta de acceso a servicios básicos, al desempleo y al aumento de la economía informal y de la dependencia científico -tecnológica.

- Se difunde una mentalidad y un estilo de vida consumistas y egoístas, ampliamente divulgados por los medios de comunicación social. Esto dificulta o impide una organización social más justa y digna.

- Ante la crisis de sistemas económicos que han conducido a fracasos y frustraciones, suele plantearse como solución una economía de libre mercado, asumida por no pocos bajo términos de neoliberalismo y con un alcance que va más allá del puro campo económico, y que parte de interpretaciones estrechas o reductivas de la persona y de la sociedad.

(Santo Domingo, Conclusiones 199)

Líneas pastorales

- Robustecer el conocimiento, difusión y puesta en práctica de la Doctrina Social de la Iglesia en los distintos ambientes.

- Impulsar en los diversos niveles y sectores de la Iglesia una pastoral social que parta de la opción evangélica preferencial por los pobres, actuando en los frentes del anuncio, la denuncia y el testimonio, promoviendo iniciativas de cooperación, en el contexto de una economía de mercado.

- Educar en los valores de la laboriosidad y del compartir, de la honestidad y la austeridad, del sentido ético -religioso de la vida, para que desde la familia- primera escuela- se formen hombres nuevos para una sociedad más fraterna donde se viva la destinación universal de los bienes en contexto de desarrollo integral.

(Santo Domingo, Conclusiones 200)

- Sentar las bases de una economía solidaria, real y eficiente, sin olvidar la correspondiente creación de modelos socio -económicos a nivel local y nacional.

- Fomentar la búsqueda e implementación de modelos socio -económicos que conjuguen la libre iniciativa, la creatividad de personas y grupos, la función moderadora del Estado, sin dejar de dar atención especial a los sectores más necesitados. Todo esto, orientado a la realización de una economía de la solidaridad y la participación, expresada en diversas formas de propiedad.

(Santo Domingo, Conclusiones 201)

- Promover relaciones económicas internacionales que faciliten la transferencia de la tecnología en un ambiente de reciprocidad social.

- Denunciar aquellos mecanismos de la economía de mercado que dañan fundamentalmente a los pobres. No podemos estar ausentes en una hora en la que no hay quien vele por sus intereses.

(Santo Domingo, Conclusiones 202)

- Constatar que la economía informal obedece a una necesidad de sobrevivencia, aunque sea susceptible de naufragio en caso de enfermedades, inflación, etc.

- Recordar a los fieles laicos que han de influir para que el Estado logre una mayor estabilidad de las políticas económicas, elimine la corrupción administrativa y aumente la descentralización administrativa, económica y educacional.

- Reconocer el papel fundamental de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la creatividad humana, en el marco jurídico de una justicia social (cf. CA 42).

(Santo Domingo, Conclusiones 203)

2.2.9. Integración latinoamericana

La experiencia nos ha mostrado que ninguna nación puede vivir y desarrollarse con solidez de manera aislada. Todos sentimos la urgencia de integrar lo disperso y de unir esfuerzos para que la interdependencia se haga solidaridad y ésta pueda transformarse en fraternidad. Por eso destacamos estos valores al hablar de la realidad económica y social del mundo y de los anhelos de humanización que laten en ellas.

Los cristianos encuentran motivaciones muy hondas para continuar este esfuerzo. Jesucristo ha hecho presente el Reino de Dios, un reino de justicia, de amor y de paz. él ha realizado la fraternidad de todos haciéndose hermano nuestro y enseñándonos a reconocernos como hijos de un mismo Padre (cf. Mc 14, 36). él mismo nos ha llamado a la unidad: «Que todos sean uno como Yo y el Padre somos uno» (Jn 17, 21).

La Iglesia es consciente de su singular protagonismo y de su papel orientador en cuanto a la formación de una mentalidad de pertenencia a la humanidad y al fomento de una cultura solidaria y de reconciliación.

(Santo Domingo, Conclusiones 204)

La necesaria interdependencia de las personas y la de las naciones para una auténtica solidaridad son características humanas. También constatamos el dinamismo mundial de naciones, que se asocian, como signo de los tiempos, aun en América Latina y el Caribe.

(Santo Domingo, Conclusiones 205)

Juan Pablo II ha insistido en que hay que transformar las estructuras que no responden a las necesidades de los pueblos y ante todo en «que las naciones más fuertes sepan ofrecer a las más débiles oportunidad de inserción en la vida internacional» (CA 35). Ante el espectáculo de países cada vez más ricos junto a otros cada vez más pobres, expresó: «Hay que buscar soluciones a nivel mundial, instaurando una verdadera economía de comunión y participación de bienes, tanto en el orden internacional como nacional. A este propósito, un factor que puede contribuir notablemente a superar los apremiantes problemas que hoy afectan a este continente es la integración latinoamericana. Es grave responsabilidad de los gobernantes el favorecer el ya iniciado proceso de integración de unos pueblos a quienes la misma geografía, la fe cristiana, la lengua y la cultura han unido definitivamente en el camino de la historia» (Juan Pablo II, Discurso inaugural, 15).

(Santo Domingo, Conclusiones 206)

Desafios pastorales

- Se experimenta un aislamiento y fraccionamiento de nuestras naciones, al tiempo que se incrementa una globalización de la economía planetaria junto a la formación y/ o reformulación de grandes bloques.

(Santo Domingo, Conclusiones 207)

- La formación de grandes bloques que amenazan dejar aislado a todo el continente en cuanto no responde a sus intereses económicos.

- Se da una desintegración en el interior de nuestros países como efecto de discriminaciones raciales o grupales y del predominio económico -político -cultural de intereses particulares, que dificultan también una apertura a espacios más amplios.

- La misma falta de comunión entre las Iglesias particulares de una nación a otra, o entre naciones vecinas del continente, debilita la fuerza integradora de la misma Iglesia.

(Santo Domingo, Conclusiones 208)

Líneas pastorales

- Fomentar y acompañar los esfuerzos en pro de la integración latinoamericana como «patria grande», desde una perspectiva de solidaridad que exige, por lo demás, un nuevo orden internacional.

- Promover la justicia y la participación en el interior de nuestras naciones, educando en dichos valores, denunciando situaciones que los contradicen y dando testimonio de una relación fraterna.

- Animar iniciativas y fortalecer las estructuras y organismos de colaboración intraeclesial que sean necesarios o útiles, respetando las diversas competencias. Asumir en este sentido la sugerencia del Santo Padre relativa a un encuentro de los Episcopados de todo el continente americano.

(Santo Domingo, Conclusiones 209)

2.3. La Familia y la Vida: desafios de especial urgencia en la promoción humana

2.3.1. La Familia, santuario de la vida

La Iglesia anuncia con alegría y convicción la Buena Nueva sobre la familia en la cual se fragua el futuro de la humanidad y se concreta la frontera decisiva de la Nueva Evangelización. Así lo proclamamos, aquí en América Latina y el Caribe, en un momento histórico en que la familia es víctima de muchas fuerzas que tratan de destruirla o deformarla.

Es cierto que el lugar más indicado para hablar de la familia es cuando se trata de la Iglesia particular, parroquia y comunidades eclesiales, ya que la familia es la Iglesia doméstica. Pero, a causa de los tremendos problemas que hoy afectan a la vida humana, incluimos este tema en la parte que trata de la Promoción Humana.

Ciertamente reconocemos la diversidad de familias rurales y urbanas, cada una dentro de su contexto cultural; pero en todas partes la familia es fermento y signo del amor divino y de la misma Iglesia y, por tanto, debe estar abierta al plan de Dios.

(Santo Domingo, Conclusiones 210)

El matrimonio y la familia en el proyecto original de Dios son instituciones de origen divino y no productos de la voluntad humana. Cuando el Señor dice «al comienzo no fue así» (Mt 19, 8), se refiere a la verdad sobre el matrimonio, que, según el plan de Dios, excluye el divorcio.

(Santo Domingo, Conclusiones 211)

El hombre y la mujer, siendo imagen y semejanza de Dios (cf. Gén 1, 27), que es amor, son llamados a vivir en el matrimonio el misterio de la comunión y relación trinitaria. «Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión» (FC 11). Hombre y mujer son llamados al amor en la totalidad de su cuerpo y espíritu.

(Santo Domingo, Conclusiones 212)

Jesucristo es la Nueva Alianza, en él el matrimonio adquiere su verdadera dimensión. Por su Encarnación y por su vida en familia con María y José en el hogar de Nazaret se constituye un modelo de toda familia. El amor de los esposos por Cristo llega a ser como el de él: total, exclusivo, fiel y fecundo. A partir de Cristo y por su voluntad, proclamada por el Apóstol, el matrimonio no sólo vuelve a la perfección primera sino que se enriquece con nuevos contenidos (cf. Ef 5, 25 -33). El matrimonio cristiano es un sacramento en el que el amor humano es santificante y comunica la vida divina por la obra de Cristo; un sacramento en el que los esposos significan y realizan el amor de Cristo y de su Iglesia, amor que pasa por el camino de la cruz, de las limitaciones, del perdón y de los defectos para llegar al gozo de la resurrección. Es necesario tener presente que «entre bautizados, no puede haber contrato matrimonial válido, que no sea por eso mismo sacramento» (C. I. C. 1055, 2).

(Santo Domingo, Conclusiones 213)

En el plan de Dios Creador y Redentor la familia descubre no sólo su identidad sino también su misión: custodiar, revelar y comunicar el amor y la vida, a través de cuatro cometidos fundamentales (cf. FC 17):

a) La misión de la familia es vivir, crecer y perfeccionarse como comunidad de personas que se caracteriza por la unidad y la indisolubilidad. La familia es el lugar privilegiado para la realización personal junto con los seres amados.

b) Ser «como el santuario de la vida» (CA 39), servidora de la vida, ya que el derecho a la vida es la base de todos los derechos humanos. Este servicio no se reduce a la sola procreación, sino que es ayuda eficaz para transmitir y educar en valores auténticamente humanos y cristianos.

c) Ser «célula primera y vital de la sociedad» (FC 42). Por su naturaleza y vocación la familia debe ser promotora del desarrollo, protagonista de una auténtica política familiar.

d) Ser «Iglesia doméstica» que acoge, vive, celebra y anuncia la Palabra de Dios, es santuario donde se edifica la santidad y desde donde la Iglesia y el mundo pueden ser santificados (cf. FC 55).

No obstante las graves crisis de la familia, constatamos que muchas familias latinoamericanas y del Caribe se esfuerzan y viven llenas de esperanza y con fidelidad el proyecto de Dios Creador y Redentor, la fidelidad, la apertura a la vida, la educación cristiana de los hijos y el compromiso con la Iglesia y el mundo.

(Santo Domingo, Conclusiones 214)

Dios es el mismo Señor de la vida. La vida es don suyo. El hombre no es ni puede ser árbitro o dueño de la vida. El hijo debe ser responsablemente acogido en la familia como don preciosísimo e irrepetible de Dios. El niño, concebido, no nacido, es el ser más pobre, vulnerable e indefenso que hay que defender y tutelar. Se ve hoy, con mayor claridad, la relación tan estrecha, subjetiva y objetiva entre anticoncepción y aborto. Se separa de modo drástico el significado unitivo del procreativo en el acto conyugal, el cual traiciona el mismo sentido del amor.

(Santo Domingo, Conclusiones 215)

2.3.2. Los desafios a la familia y a la vida de hoy

- El cambio histórico cultural ha causado impacto en la imagen tradicional de la familia. Cada vez son más numerosas las uniones consensuales libres, los divorcios y los abortos. La novedad es el que estos problemas familiares se han vuelto un problema de orden ético -político y una mentalidad «laicista» y los medios de comunicación social han contribuido a ello.

(Santo Domingo, Conclusiones 216)

- Con demasiada frecuencia, se desconoce que el matrimonio y la familia son un proyecto de Dios, que invita al hombre y a la mujer creados por amor a realizar su proyecto de amor en fidelidad hasta la muerte, debido al secularismo reinante, a la inmadurez psicológica y a causas socio -económicas y políticas, que llevan a quebrantar los valores morales y éticos de la misma familia. Dando como resultado la dolorosa realidad de familias incompletas, parejas en situación irregular y el creciente matrimonio civil sin celebración sacramental y uniones consensuales.

(Santo Domingo, Conclusiones 217)

- Un número creciente de familias de América Latina y el Caribe interpela a gobiernos, sociedad y organismos internacionales, desde su situación de miseria y hambre por el desempleo, la carencia de vivienda digna, de servicios educativos y sanitarios, de salarios bajos; desde el abandono de ancianos y desde el número creciente de madres solteras.

(Santo Domingo, Conclusiones 218)

- Nos desafía la cultura de la muerte. Con tristeza humana y preocupación cristiana somos testigos de las campañas anti -vida, que se difunden en América Latina y en el Caribe perturbando la mentalidad de nuestro pueblo con una cultura de muerte. El egoísmo, el miedo al sacrificio y a la cruz unidos a las dificultades de la vida moderna generan un rechazo hacia el hijo que no es responsable y alegremente acogido en la familia sino considerado como un agresor. Se atemoriza a las personas con un verdadero «terrorismo demográfico», que exagera el peligro que puede representar el crecimiento de la población frente a la calidad de vida.

Existe una distribución masiva de anticonceptivos, en su gran mayoría abortivos. Inmensos sectores de mujeres son víctimas de programas de esterilizaciones masivas. También los hombres sucumben ante estas amenazas. Nuestro continente sufre a causa del «imperialismo anticonceptivo, que consiste en imponer a pueblos y culturas toda forma de contracepción, esterilización y aborto, que se considera efectiva, sin respeto a las tradiciones religiosas, étnicas y familiares de un pueblo o cultura» (Carta de la Santa Sede a la Reunión de Bangkok de la OMS).

Cada día es mayor la masacre del aborto, que produce millones de víctimas en nuestros pueblos latinoamericanos. La mentalidad anti -vida, además de la eutanasia prenatal lleva a la eliminación de niños apenas nacidos y de los ancianos y enfermos estimados como inútiles, defectuosos, o «carga» para la sociedad. Otras expresiones de la anticultura de la muerte son la eutanasia, la guerra, la guerrilla, el secuestro, el terrorismo, el narcotráfico.

(Santo Domingo, Conclusiones 219)

- Los fieles cristianos se sienten perplejos ante las contradicciones y falta de coherencia de los agentes de pastoral familiar cuando no siguen el Magisterio de la Iglesia ( «Humanae Vitae»; «Familiaris consortio»; «Reconciliatio et Paenitentia»).

(Santo Domingo, Conclusiones 220)

- América Latina y el Caribe tienen una población infantil creciente. Los niños, adolescentes y jóvenes son más de la mitad de la población del continente (55%). Esta «emergencia silenciosa» que vive América Latina y el Caribe es desafiante no sólo desde el punto de vista numérico sino muy especialmente desde el punto de vista humano y pastoral. En efecto, en muchas ciudades han aumentado los «niños de la calle», que deambulan día y noche sin hogar ni futuro. En algunos países han sido víctimas de campañas de exterminio realizadas por organismos policiales y privados; niños sin familia, sin amor, sin acceso a la educación, es decir, niños en extrema miseria física y moral, muchas veces consecuencia de la desintegración familiar. Incluso se presenta un aberrante comercio de niños y niñas, tráfico de órganos y hasta niños utilizados para cultos satánicos. Desde el punto de vista de la educación de la fe se percibe un marcado descuido en cuanto a la recepción de sacramentos y a la catequesis.

(Santo Domingo, Conclusiones 221)

2.2.3. Líneas pastorales

1. Subrayar la prioridad y centralidad de la pastoral familiar en la Iglesia diocesana. Para ello es necesario capacitar agentes. Los movimientos apostólicos que tienen por objetivo el matrimonio y la familia pueden ofrecer apreciable cooperación a las Iglesias particulares, dentro de un plan orgánico integral.

- La pastoral familiar no puede limitarse a una actitud meramente protectora, debe ser previsora, audaz y positiva. Ha de discernir con sabiduría evangélica los retos que los cambios culturales plantean a la familia. Ha de denunciar las violaciones contra la justicia y la dignidad de la familia. Ha de acompañar a las familias de los sectores más pobres, rurales y urbanos, promoviendo la solidaridad.

- La pastoral familiar ha de cuidar la formación de los futuros esposos y el acompañamiento de los cónyuges, sobre todo en los primeros años de su vida matrimonial. Como preparación inmediata tienen reconocido valor los cursos para novios antes de la celebración sacramental.

(Santo Domingo, Conclusiones 222)

2. Proclamar que Dios es el único Señor de la vida, que el hombre no es ni puede ser amo o árbitro de la vida humana. Condenar y rechazar cualquier violación ejercida por las autoridades en favor de la anticoncepción, la eutanasia, la esterilización y el aborto provocado. Igualmente, las políticas de algunos gobiernos y organismos internacionales que condicionan la ayuda económica a los programas contra la vida.

(Santo Domingo, Conclusiones 223)

Buscar, siguiendo el ejemplo del Buen Pastor, caminos y formas para lograr una pastoral orientada a las parejas en situaciones irregulares, especialmente las divorciadas y vueltos a casar civilmente.

(Santo Domingo, Conclusiones 224)

Fortalecer la vida de la Iglesia y de la sociedad a partir de la familia: enriquecerla desde la catequesis familiar, la oración en el hogar, la Eucaristía, la participación en el sacramento de la Reconciliación, el conocimiento de la Palabra de Dios, para ser fermento en la Iglesia y en la sociedad.

(Santo Domingo, Conclusiones 225)

3. Invitar a los teólogos, científicos y matrimonios cristianos a colaborar con el magisterio jerárquico para iluminar mejor los fundamentos bíblicos, las motivaciones éticas y las razones científicas para la paternidad responsable, para la decisión libre, de acuerdo con una conciencia bien formada, según los principios de la moral, tanto en lo que mira al número de hijos que se pueden educar, y en cuanto a los métodos, según una auténtica paternidad responsable. El fruto de estos trabajos será la promoción de programas y servicios que difundan los métodos naturales de planificación, y elaboren manuales de educación para la sexualidad y el amor, dirigidos a niños, adolescentes y jóvenes.

- Ante los equívocos de algunos programas «demográficos» hemos de recordar las palabras del Papa en su Discurso inaugural de esta Conferencia: «Lo que hace falta es aumentar los medios y distribuir con mayor justicia la riqueza, para que todos puedan participar equitativamente de los bienes de la creación» (n. 15).

(Santo Domingo, Conclusiones 226)

4. Ejercer el ministerio profético de la Iglesia: denunciando toda violación contra los niños nacidos y no nacidos. Difundir y urgir el cumplimiento de la «convención de los derechos del niño» con las observaciones de la Santa Sede y también la Carta de la Santa Sede sobre los derechos de la familia. Orientar a los laicos para que promuevan en los diversos países legislaciones que tutelen los derechos del niño y urgir su cumplimiento. Acompañar y apoyar efectivamente a los padres de familia, educadores, catequistas e institutos religiosos que se dedican a la educación de la niñez, prestando una atención especial al crecimiento en la fe. Fomentar la mística por el trabajo en favor de los niños y promover la pastoral de la infancia, a través de acciones proféticas y caritativas que testimonian el amor de Cristo por los niños más pobres y abandonados.

(Santo Domingo, Conclusiones 227)