Primer Cántico de Tobías

Tobías 13,1-10

Bendito sea Dios, que vive eternamente,
y cuyo reino dura por los siglos:
él azota y se compadece, hunde hasta el abismo y saca de él,
y no hay quien escape de su mano.
Dadle gracias, israelitas, antes los gentiles,
porque él nos dispersó entre ellos.
Proclamad allí su grandeza, ensalzadlo ante todos los vivientes:
que él es nuestro Dios y Señor,
nuestro Padre por todos los siglos.
Él nos azota por nuestros delitos,
pero se compadecerá de nuevo,
y os congregará de entre todas las naciones
por donde estáis dispersados.
Si volvéis a él de todo corazón y con toda el alma,
siendo sinceros con él,
él volverá a vosotros y no os ocultará su rostro.
Veréis lo que hará con vosotros, les daréis gracias a boca llena,
bendeciréis al Señor de la justicia y ensalsaréis al rey de los siglos.
Yo le doy gracias en mi cautiverio,
anuncio su grandeza y su poder a un pueblo pecador
Convertíos pecadores, orad rectamente en su presencia:
quizás os mostrará benevolencia y tendrá compasión.
Ensalzaré a mi Dios, al rey del cielo, y me alegraré de su grandeza.
Anuncien todos los pueblos sus maravillas y alábenle sus elegidos en Jerusalén.

Segundo Cántico de Tobías
Tobías 13, 10-13.15.16a-17

¡Que todos en Jerusalén le den gracias!
Jerusalén, ciudad santa,
Dios te castigará por los pecados de tus hijos,
mas de nuevo tendrá piedad de los hijos de los justos.
Jerusalén, da gracias dignamente al Señor
y alaba al Rey de los siglos
para que de nuevo su Templo sea construido con alegría.
Que haga de ti de alegría a todos los desterrados
y muestre su amor a todo miserable
por todos los siglos de los siglos.
Pueblos numerosos vendrán de lejos
para celebrar el Nombre del Señor
trayendo en sus manos obsequios
para el Rey del cielo.
Todas las generaciones
en ti darán señales de alegría,
y tu nombre será glorioso para siempre.
Entonces te alegrarás por los hijos de los justos,
pues todos volverán a reunirse,
para alabar al Señor de los siglos.
¡Dichosos los que te aman
y se alegran de tu paz!
Bendice, alma mía, al Señor y gran Rey,
porque Jerusalén va a ser de nuevo construida
y la construirán con zafiros y esmeraldas.